Unos 1,500 migrantes comenzaron el año caminando en grupo desde el sur de México con la intención de avanzar hacia el norte antes de que Donald Trump asumiera la presidencia de Estados Unidos y a pesar de que las últimas caravanas se disolvieron sin salir de Chiapas, el estado fronterizo con Guatemala.
Los migrantes, en su mayoría venezolanos, pero también procedentes de países como Guatemala, El Salvador, Perú o Ecuador, abandonaron en la madrugada del jueves Tapachula, considerada la capital de la frontera sur con México.
Acercarse a la frontera con Estados Unidos sigue siendo el objetivo de muchos. Otros, ante las amenazas de Trump de deportaciones masivas y cierres de fronteras, aspiran a trasladarse a lugares donde puedan encontrar trabajo dadas las pocas oportunidades laborales en Tapachula, donde la violencia vinculada al crimen organizado se ha disparado.
La venezolana Giscarlis Colmenares lleva casi tres meses intentando conseguir una cita en la plataforma CBPOne para poder ingresar legalmente a Estados Unidos y solicitar asilo allí. Al no poder hacerlo, decidió unirse a la caravana con el objetivo principal de encontrar trabajo.
«Trabajar a ver si avanzamos o nos quedamos ahí hasta juntar (dinero) y regresar a Venezuela», explicó. La joven de 29 años, que viaja con su tío y su prima, quiere llegar a Ciudad de México y, si no puede continuar hacia el norte, quedarse en la capital hasta ahorrar lo suficiente para comprar un boleto de regreso a su país.
La victoria de Trump en noviembre Multiplicó la creación de estos grupos con la esperanza de poder llegar a Estados Unidos antes de que se endurecieran las medidas de inmigración. Desde entonces, al menos media docena de grupos abandonaron Tapachula, aunque todos fueron completamente disueltos antes de abandonar el sur de México.
El jueves, como en ocasiones anteriores, las autoridades los dejaron avanzar por el sur de Chiapas. Pero es común que después de poco más de 100 kilómetros la agencia migratoria comience a ofrecer traslados a otros estados del país que muchos migrantes aceptan para salir del sur.
Según el gobierno mexicano, esto es parte de la política de contención migratoria, pero en la mayoría de los casos, cuando los migrantes llegan a estos lugares, son abandonados a su suerte y optan por intentar llegar a la capital mexicana por sus propios medios.
La presidenta Claudia Sheinbaum defendió esta política migratoria y anunció una «profunda transformación» del Instituto Nacional de Migración, sobre la que no dio detalles.
En las últimas semanas, el gobierno se ha enfocado en prepararse para las deportaciones anunciadas por Trump con planes de apoyar a los mexicanos a través de consulados en Estados Unidos.
Paralelamente, el canciller Juan Ramón de la Fuente inició contactos con algunos de sus homólogos de Centro y Sudamérica para abordar el tema de la inmigración y los preparativos para los futuros movimientos de Trump, quien asumirá el cargo el 20 de enero.
El objetivo, dijo Sheinbaum el jueves, es celebrar una reunión de cancilleres en enero para continuar el diálogo a finales de 2023 con los principales países de origen y tránsito migratorio. En el encuentro uno de los temas clave será la coordinación de acciones respecto del posible retorno por México de ciudadanos de otros países.
Mientras caminaba el jueves por el sur de México, el salvadoreño Douglas Ernesto, junto con su esposa y su hijo de 10 años, dijo que las amenazas de Trump «crean miedo», pero eso no lo disuade.
«Nuestro objetivo es Estados Unidos, pero si no, nos quedaremos en México», comentó. “Lo único es seguir adelante porque Tapachula es muy difícil”, agregó.
La formación de caravanas que parten a pie desde el sur de México es regular desde 2018, aunque desde hace años ninguna llega al norte del país.
Las llegadas de migrantes a la frontera sur de Estados Unidos cayeron drásticamente en 2024 después de repuntar el año anterior, pero las caravanas representan sólo una pequeña parte visible de los miles de migrantes irregulares que se desplazan por México.