Urgencia de cerrar la cuestión territorial sin centralismo ni independencia
El presidente del Consejo General del Principado, Juan Cofiño, declaró este jueves que «urge cerrar la cuestión territorial excluyendo, por un lado, la vuelta al antiguo centralismo, y por otro, el supuesto derecho a la independencia». «Tal vez se avance hacia un federalismo construido en torno al ideal de un patriotismo constitucional con resonancias haberersianas (uno que apele al amor propio en contraposición al nacionalismo que implica el odio a los demás), levantando la bandera de la igualdad y de solidaridad entre territorios y personas, se convierte en el camino a explorar para cerrar definitivamente el modelo».
Cofiño pronunció estas palabras durante su discurso en el acto conmemorativo del cuadragésimo sexto aniversario de la aprobación de la Constitución de 1978.
Para Cofiño «La asamblea constituyente destacada en el artículo segundo en relación a la articulación territorial es un esfuerzo difícil, como vemos, pero debe abordarse como un problema de estado real, para no dejar el legado de un problema que tenemos la obligación de resolver. generaciones posteriores. resolver.» «Es un problema que somete a los partidos políticos del sistema a una verdadera prueba de fuego que, si logran resolverlo, recuperará parte de la apreciación del ciudadano destruida en el camino».
«Por supuesto, desterrando, en todo caso, como opción plausible, el avance de lógicas confederales, que aparecen de forma recurrente, con una gran capacidad de desintegración y un enorme potencial de vulneración de principios constitucionales. Impulsos nacionalistas en torno a la tributación asimétrica y sus aspiraciones al respecto. a la financiación regional muestra los riesgos latentes», añade.
Para el presidente del Congreso Legislativo asturiano «quienes apoyan la quiebra del modelo constitucional -el independentismo- deben saber -y las instituciones estatales así les instarán- que el cumplimiento de las reglas democráticas no es una opción, sino una opción. obligación elemental, exigible e inalienable».
Y añade que «Cataluña y el País Vasco son sociedades abiertas y no es lícito que una sola voz reivindique el monopolio del discurso público basado en esencias muchas veces imaginarias e inexistentes». Los partidarios más apasionados de la independencia catalana han caído. en el vicio que Hobsbawm identificó como «la invención de la tradición»: implica el uso de materiales antiguos para construir tradiciones inventadas de un nuevo tipo para nuevos propósitos y, a menudo, implica el recurso al engaño y la falsificación de la tradición. historia».
«La España constitucional sabrá responder a estos retos, dialogando y recuperando consensos. Somos una inmensa mayoría de los que queremos convivir en una nación moderna y plural, abierta al mundo y a los dueños de su futuro», afirma Cofiño.
Se afirma que «nuestra democracia constitucional mantiene sus ‘autorictas’, es decir, la validez de los principios de justicia, procedimientos y garantías, pero flaquea en su ‘potestas’: carece de los medios necesarios para satisfacer las crecientes demandas del moderno Estado de bienestar». «.
«Si a esto le sumamos la impotencia y la confusión imperantes provocadas por el surgimiento de la razón, sustituida por la propaganda, la gestión y el uso malicioso de las emociones -con especial mención a las redes sociales-, no es extraño que se enciendan discursos y movimientos populistas que reavivan la quimera de «otra democracia posible», o utopías regresivas que ya se han vivido en el pasado con los lamentables resultados que todos conocemos», añade.
En este sentido, destaca que las democracias liberales «sobreviven asediadas por el regreso de diversos populismos, que ocupan progresivamente el espacio libre generado por el fracaso de los agentes intermediarios tradicionales». Se ha consolidado un gran disgusto por la democracia representativa especuladora. de pseudolíderes caracterizados por un comportamiento desinhibido y a veces brutal, los nuevos alquimistas del malestar.
«Ante esta situación, estamos obligados a suturar esta hemorragia restableciendo nuestra democracia liberal, sin atajos. Restablezcamos la cultura política de negociación y transacción en torno a las cuestiones más relevantes para todos, aquellas que están en la raíz de la desigualdad. «, añade.
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