La Consejería lideró el proyecto «Lessmycotox» a través del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl) con el objetivo de crear un método «fiable, rápido y seguro» para detectar micotoxinas en la fabricación de piensos y reforzar la seguridad alimentaria.
Según el Consejo de Administración, la iniciativa, cofinanciada con fondos Feader, busca elevar los estándares de seguridad alimentaria y reducir posibles riesgos para la salud.
Para lograrlo, se desarrollará una nueva metodología de detección rápida de riesgos para que las empresas del sector cuenten con información inmediata y real sobre la seguridad de sus piensos.
También se publicará una guía de «buenas prácticas» que promoverá la correcta manipulación de las materias primas para prevenir la presencia de micotoxinas.
En concreto, se diseñará un programa integral de muestreo que permitirá actuar de manera temprana y efectiva ante una posible contaminación en todas las etapas de la producción de alimentos, y se creará una base de datos científica avanzada a través de una plataforma innovadora que redefine los límites actuales de las micotoxinas.
El proyecto Lessmycotox, que finalizará en mayo de 2025, se basa en seis pilares fundamentales, incluyendo la introducción de tecnologías analíticas innovadoras y la validación de nuevas metodologías frente a estándares tradicionales, así como un seguimiento integral desde el cultivo hasta la producción final.
Además, se realizarán análisis exhaustivos para identificar contaminantes, se implementarán sistemas de alerta rápida para una respuesta inmediata, y se desarrollarán bases de datos avanzadas que faciliten decisiones estratégicas basadas en evidencia.
Este proyecto, apoyado por Itacyl y la colaboración estratégica de la Asociación de Productores de Piensos Compuestos de Castilla y León (Asfacyl), entre otros socios clave, promueve la cooperación público-privada y posiciona a la comunidad como un referente en investigación e innovación en seguridad alimentaria.
Según la Junta, la amenaza de las micotoxinas se ha intensificado debido al calentamiento global, ya que son toxinas fúngicas producidas por especies de moho que pueden crecer en los alimentos en determinadas condiciones de humedad y temperatura, representando un riesgo para la salud humana y animal.