Debido a las restricciones impuestas por los tribunales que limitaban el derecho a manifestarse, la policía dispersó a la multitud utilizando gases lacrimógenos. Sin embargo, los manifestantes, portando pancartas y banderas, intensificaron su movimiento para exigir mejores condiciones de vida.
El contraste entre los altos salarios de los funcionarios acusados de corrupción y la pobreza generalizada en un país rico en petróleo es sorprendente y alimenta la creciente ira popular. El miércoles pasado, el gobierno nigeriano instó a los jóvenes a evitar las reuniones y dejar que las reformas surtieran efecto.