Kamala Harris en la sombra de Biden ante la derrota
La actual vicepresidenta de Estados Unidos y candidata demócrata a la Casa Blanca, Kamala Harris, se encuentra frente a una amarga derrota después de que el expresidente republicano Donald Trump emergiera como virtual ganador de las elecciones presidenciales al superar con creces los 270 votos necesarios para alcanzar el umbral establecido por la ley.
Harris, que comenzó como la única solución posible para enfrentarse a un rival político que, según sus propias palabras, es «un peligro para el país y el bienestar de todos los estadounidenses», no ha podido liberarse del estrecho vínculo que la une también al presidente, Joe Biden, que se retiró de la carrera electoral hace solo cuatro meses.
Con muy poco tiempo para delinear su campaña, Harris se centró en temas que ya son familiares para los votantes demócratas y se presentó más como una figura de continuidad que como una política innovadora que favorece el cambio.
A nivel nacional, Harris defendió temas como la defensa de las mujeres, de las personas racializadas y de los derechos de la comunidad LGTBI, y defendió la lucha contra la desigualdad y la importancia de proteger el acceso al aborto y a la atención sanitaria.
Sus antecedentes personales y familiares han hecho que el tema de la inmigración sea un dolor de cabeza para la candidata, a pesar de estar entre las principales preocupaciones de un electorado más proclive a medidas contundentes para frenar el flujo de inmigrantes en la frontera.
Aunque recibió críticas por sus supuestos cambios de opinión en cuestiones políticas, Harris siguió asegurando que solo estaba respondiendo a una «evolución» y aseguró que sus valores «no han cambiado», aunque gran parte de la campaña se centró en advertir del peligro de un nuevo mandato de Trump, que ya dirigió el país de 2016 a 2020.
Ahora los datos son reveladores: Trump obtuvo una ventaja mayor en los «estados indecisos», los estados bisagra que son críticos para inclinar la victoria hacia un lado o el otro de la balanza. Esta tendencia no solo permitió al magnate neoyorquino ganar finalmente, sino que le allanó el camino durante todo el control hasta conseguir el voto popular por un margen de unos cinco millones de votos.
Todo indica que Harris ha tenido que lidiar con la caída de los índices de aprobación de Biden, duramente criticado por su deterioro de la salud, y la falta de aprobación pública, que ha caído en los últimos cuatro años. Estos problemas se suman a la fuerte polarización que está experimentando el país, el impacto del voto latino y la capacidad de Trump para cambiar los cimientos de la llamada «Estados Unidos rural», un manto social que se ha inclinado casi a la mitad hacia posiciones más conservadoras en un siglo.
A todo ello se suman los problemas económicos derivados de la pandemia, la invasión de Ucrania y las diferencias dentro del Partido Demócrata respecto al conflicto en Oriente Medio.
La campaña de Harris advirtió este miércoles de la importancia de tener tiempo para «procesar las fortalezas y debilidades» adquiridas en las últimas semanas, aunque la vicepresidenta aún no ha hecho declaraciones públicas sobre su virtual derrota.
Más temprano esa noche, el candidato se mostró optimista y pidió un nuevo liderazgo, marcado por la restauración de los derechos reproductivos de las mujeres y un nuevo mandato para poner fin a la era Trump.
Pero el magnate neoyorquino mantuvo una dura campaña e insistió en señalar, de hecho, que Harris, además de pervertir sus principios, es también heredera de las políticas de Biden, idea que ganó fuerza entre el electorado. Fuentes cercanas a su equipo le dijeron a CNN que esta es su campaña «más disciplinada» hasta el momento.
Las medidas tomadas por sus socios le permitieron mostrar una figura fuerte, capaz de consolidar el control sobre todo el espectro político dentro del Partido Republicano, algo que finalmente favorecería la aparición de nuevos votantes.
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