Compartimos nuestra microbiota con quienes vivimos
Tenemos más de 100 mil millones de microorganismos en nuestro intestino que realizan funciones importantes relacionadas con el metabolismo, la respuesta inmune o la regulación de procesos en el sistema nervioso. Además, la microbiota produce nutrientes esenciales, como minerales o vitaminas, además de limitar el crecimiento de patógenos, entre otras muchas funciones. «La microbiota es nuestro sello de identidad, más allá de nuestra huella. Podríamos identificarnos por nuestra microbiota. Así a lo largo de tu vida dependiendo del tipo de alimentación, si haces o no actividad física, si tienes estrés, los medicamentos que tomas; Es decir, hay muchos factores en nuestro entorno que hacen que esta microbiota cambie. En una semana puedes cambiar tu microbiota, para bien o para mal”, afirma la nutricionista Marta González-Corró.
Y es que, Mantener o recuperar la diversidad y estabilidad de la microbiota nos ofrece una ‘valiosa oportunidad’ para restaurar la salud o prevenir enfermedades, como se refleja en «Por qué mi estómago siempre está mal» (Oberon). Entonces, asegura en una entrevista concedida a Europa Press Infosalus que compartimos un porcentaje de nuestra microbiota con las personas con las que convivimos, que puede variar dependiendo del tipo de convivencia que mantengamos y de la relación establecida. “Siempre compartimos más con nuestra madre, aunque luego esto desaparece. Lo mismo ocurre con las mujeres que viven en el mismo entorno, cuyos ciclos menstruales están sincronizados, de modo que cuando compartimos el mismo espacio vital acabamos teniendo similitudes en nuestra microbiota”, apunta.
Aquí recordemos que la microbiota está formada por grupos de especies estables (autóctonas) y otras variables, que van y vienen con el contacto, con lo que comemos o, por ejemplo, con el aire que respiramos. Más preciso, afirma que «la convivencia implica compartir una media del 12% de las especies de microbiota intestinal (bacterias, virus, hongos) y el 32% de las cepas bucales, cifras que, según se ha determinado, pueden variar según el tipo de relación (madre-hijo o pareja). «Abrazar y besar a un bebé lactante, o compartir nachos entre compañeros de piso implica compartir microbiota de forma más o menos pronunciada según la edad, el tipo de relación o el tiempo de convivencia”, añade.
Además, indica que al nacer compartimos alrededor del 65% de las cepas intestinales con nuestra madre, porcentaje que disminuye con la edad, y a los 18 años se reduce al 19%. «A pesar de los años y la distancia entre los 50 y los 85 años todavía compartimos el 16% de nuestras tensiones intestinales con nuestra madre”, añade. Por su parte, González-Corró señala que con la microbiota bucal ocurre todo lo contrario, de modo que el porcentaje de cepas compartidas aumenta con la edad del niño, especialmente a partir de los 3 años. una «era de transición en la que las especies que componen la microbiota bucal se están diversificando».
Además, esta nutricionista señala que compartimos nuestra microbiota bucal con nuestros hermanos, amigos y compañeros de piso: «Compartimos hasta el 38% de nuestra microbiota bucal con nuestra pareja». Pero, como admite, «las paredes de nuestra casa no son una barrera para el intercambio de microorganismos», y los adultos que comparten el mismo techo pero viven en el mismo municipio comparten el 8% de las cepas intestinales y el 3% de las cepas orales. tensiones con sus vecinos y otros habitantes, en comparación con el 0% entre diferentes pueblos, probablemente debido a interacciones físicas y el entorno que comparten, valora este experto en microbiota.
Además, este especialista señala que tener una mascota influye en nuestra microbiota. De hecho, indica que los niños que crecen con mascotas tienen una microbiota más diversa, pero también una salud más sólida. “Esto pasa no sólo con las mascotas sino también con los animales de granja; Las personas que viven en entornos rurales tienen una microbiota más diversa. y además Estos niños son menos propensos a sufrir alergias y atopia, especialmente en entornos urbanos, donde una limpieza excesiva evita el contacto con microorganismos y nuestro sistema inmunológico se entrena”, enfatiza.
A su vez, nos preguntamos si nuestra microbiota varía a lo largo de la vida, señalando que desde el nacimiento variará dependiendo de si nacimos por cesárea o parto natural: «El contacto que tiene el bebé a través del canal de parto con todos los órganos vaginales y vaginales». rutas de la madre. La microbiota perineal produce un tipo de microbiota muy diferente a la que tienes cuando naces por cesárea. Luego, dependiendo del tipo de lactancia que tengas, desarrollarás una determinada microbiota, que si eres alimentada con fórmula; pero es cierto que la microbiota es resiliente y puede reajustarse«. También afirma que los tres primeros años de vida son «muy importantes» y marcarán mucho la resistencia de la microbiota: «Si nací vaginalmente hasta los 3 años, fui amamantada, y tuve una alimentación adecuada, además de amor, no tuve estrés, esto será decisivo para una microbiota más sana. Cuando estamos estresados, por ejemplo, todo se altera por completo».
También afirma que a medida que envejecemos tenemos menos bifidobacterias, microorganismos que se encuentran más comúnmente en el colon, y por lo tanto la microbiota se vuelve menos diversa, teniendo en cuenta también que a partir de cierta edad las personas están hipermedicadas, otro aspecto que en a su vez condiciona la diversidad de la microbiota. «En las personas Se vio que los centenarios tienen una microbiota más diversa.que la diversidad bacteriana es mayor y que hay un mayor número de bifidobacterias», afirma.
FUENTE