Seis nuevas víctimas de la prisión francoísta en Orjuña identificadas genéticamente por Gogora

El Instituto de Memoria, Coexistencia y Derechos de la Gagora Humana identificó genéticamente los restos de seis víctimas de la prisión franquista en Orduña (Bizkaia), recuperados del cementerio de la ciudad en las campañas de 2022 y 2024.
En los próximos días, un equipo se trasladará a las provincias de Badajoz y Málaga para entregar los restos de cuatro de estas víctimas a sus familias, a solicitud de las mismas. Se trata de José Gómez Narváez (Badajoz), Manuel Vivas Fernández (Villagonzalo, Badajoz), José Pozo García (Aceuchal, Badajoz) y Antonio Bootello Negrete (Pizarra, Málaga).
La Ministra de Justicia y Derechos Humanos, María Jesús San José, el Director de Gogora, Alberto Alonso, y una técnica de memoria y derechos humanos viajarán. Con estas nuevas identificaciones, ya son 17 los restos identificados y entregados a las familias de un total de 93.
El objetivo de este viaje también es fortalecer los lazos con los responsables del área de memoria histórica y democrática de la delegación gubernamental de Extremadura y los diputados de Cáceres y Badajoz, para explorar y promover formas de colaboración que permitan nuevas identificaciones.
Para que la identificación genética sea posible, es necesario comparar las muestras de ADN de descendientes de los fallecidos con las muestras extraídas de los restos óseos. Estas pruebas familiares permiten ampliar el banco de ADN de Gogora y aumentar la probabilidad de identificaciones, ya que en muchas ocasiones es necesario contribuir con más de una muestra viva para concluir la identificación.
Gogora HCE hace un llamado a las familias para que se pongan en contacto a través de gogora@euskadi.eus o por teléfono. El interés en dirigir la búsqueda a los familiares de la región extremena que facilita futuras identificaciones se debe a que más de la mitad (127) de los 225 prisioneros que murieron en la concentración y el campo de la prisión en Orduña eran de origen extremeno (125 de Badajoz y 2 de Cáceres).
Estos prisioneros fallecidos se suman a 41 castellano-manchegos (34 de Ciudad Real, 4 de Toledo y 3 de Albacete), 22 trasladados desde la prisión de Málaga, 7 de Tarragona, y los 28 restantes eran naturales de otras provincias estatales.
Entre los últimos seis identificados se encuentra Antonio Bootello Negrete, natural y vecino de Pizarra (Málaga), trabajador del campo, casado y con dos hijos. Fue condenado por asistir a la rebelión a 20 años de prisión, ingresó en Orduña el 5 de diciembre de 1939 desde la prisión central en Castuera.
Anteriormente, había pasado por varias prisiones, desde que fue arrestado en octubre de 1939. Fue trasladado desde la prisión provincial de Málaga. Falleció el 22 de marzo de 1941 a los 45 años a causa de la gripe. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en diciembre de 2022.
Por otro lado, Aquilino Flores Bautista, natural y vecino de Valencia de Las Torres (Badajoz), era jornalero, casado y con dos hijos. Condenado por la rebelión a 12 años y 1 día de prisión menor, ingresó en Orduña el 6 de diciembre de 1940 desde la prisión central en Castuera. Falleció el 12 de marzo de 1941, según la documentación histórica, a los 38 años a causa de reumatismo. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en diciembre de 2022.
Además, José Gómez Narváez, natural de Castuera (Badajoz) y residente en Haba (Badajoz), era carpintero, casado y con cuatro hijos. Condenado por ayudar a la rebelión a 20 años de prisión, ingresó en Orduña el 25 de febrero de 1940 desde la fiesta de Villanueva de la Serena (Badajoz).
Falleció el 6 de abril de 1941, documentándose en su expediente que murió de avitaminosis, a los 50 años. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en la última campaña de excavación, en diciembre de 2024.
José Pozo García, natural y vecino de Aceuchal (Badajoz), era jornalero, casado y con un hijo. Ingresó en Orduña el 11 de marzo de 1940 desde el almacén municipal de Almendralejo, donde ingresó el 3 de abril de 1939. Falleció el 12 de marzo de 1941 a los 48 años. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en diciembre de 2022.
Zoilo Villar Toledo, natural y vecino de Torrenueva (Ciudad Real), era carnicero de profesión, casado y con 7 hijos. Ingresó en Orduña el 31 de diciembre de 1939 desde la prisión del Partido de Valdepeñas, donde ingresó el 8 de abril de 1939. Falleció el 12 de marzo de 1941 a causa de una embolia cerebral, a los 59 años. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en diciembre de 2022.
Finalmente, Manuel Vivas Fernández, natural y vecino de Villagonzalo (Badajoz), jornalero, casado y con cuatro hijos. Ingresó en Orduña el 8 de diciembre de 1939 desde la prisión central en Castuera, donde ingresó el 13 de noviembre de 1939. Falleció el 14 de abril de 1941 a los 46 años. Sus restos fueron exhumados del cementerio de Orduña en diciembre de 2022.
Gracias a los trabajos realizados por el investigador local Joseba Eguren, el Instituto Gogora cuenta con una lista de nombres y apellidos, así como el lugar de origen, de las 225 muertes en Orduña entre 1937 y 1941.
Los trabajos de recuperación de las 93 víctimas del cementerio de Orduña y los esfuerzos por identificarlos forman parte del programa de búsqueda e identificación de personas desaparecidas de la Guerra Civil de Gogora, a través de la Sociedad de Aranzadi, encargada de las actividades de exhumación y antropología forense, así como del laboratorio genético de identificación genética a través del ADN.
Entre 1937 y 1941, en Orduña, en la escuela de los padres jesuitas, se estableció un campo de concentración para prisioneros. Posteriormente, en octubre de 1939, se convirtió en una prisión central donde murieron al menos 225 personas; 24 de ellas en el campo de concentración. Algunos fueron utilizados como mano de obra forzada para realizar diversos trabajos de construcción en la zona.
El campo de concentración en Orduña comenzó a operar en julio de 1937. La arbitrariedad y las condiciones de vida inhumanas eran la norma: hacinamiento, humillación, hambre, frío, enfermedades y muertes. La mayoría de estos campos se cerraron en 1939, excepto algunos como Orduña (1939-1941), que se convirtieron en prisiones.
Después de la guerra, Orduña formó parte del sistema penitenciario franquista, con prisioneros procedentes de lugares lejanos a Euskadi.
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