Se estudian en Asturias los ladrillos del Sistema Solar.

«Entender los asteroides es crucial». Así de contundente fue el doctor en astrofísica e investigador del Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias (Ictea) Enrique Díez Alonso, cuando se le preguntó sobre la importancia del estudio de estos cuerpos extraterrestres. Es crucial, concluyó, porque son los «ladrillos» del origen del Sistema Solar y nos permiten investigar sus inicios, porque necesitamos conocerlos para defender a la Tierra de un posible impacto, y porque en el futuro pueden ser explotados a través de la minería espacial.
En una entrevista con Europa Press con motivo del Día Internacional de los Asteroides este domingo, el investigador explicó que estas formaciones rocosas son «fósiles de la formación del Sistema Solar» y entenderlas es «muy importante» para conocer su historia.
Muchos de estos asteroides, explicó, permanecieron en sus órbitas alrededor del Sol sin formar objetos de mayor tamaño como planetas y satélites -principalmente en el cinturón de asteroides que separa Marte de Júpiter- y entenderlos «da pistas» sobre la formación del Sistema Solar y cómo era originalmente.
Por otro lado, algunos de estos asteroides pasan muy cerca de la Tierra, lo que supone un «peligro potencial» de impacto en el planeta del que, subrayó, debemos estar conscientes. «Ha sucedido en el pasado y seguirá sucediendo», aseguró, indicando que mientras a escala humana son rara vez frecuentes, a escala terrestre, a lo largo de miles de años, sí ocurren.
Es por ello que el estudio de estos asteroides, su tamaño, morfología y órbita, es necesario para desarrollar estrategias de alerta y defensa como la misión DART de la NASA, que hace dos años desvió la órbita de un sistema binario de asteroides mediante el impacto de una nave espacial enviada para ello.
El investigador de la Universidad de Oviedo aseguró que aunque «a corto plazo no hay nada que afecte a la Tierra», lo más probable es que asteroides más pequeños -los de menos de un kilómetro de diámetro- afecten a la Tierra. Son más difíciles de contar porque hay «miles de millones» de ellos y hasta que no están muy cerca, o impactan directamente contra la Tierra, no se ven. Sin embargo, normalmente se desintegran al entrar en contacto con la atmósfera terrestre o dejan pequeños fragmentos que luego pueden recolectarse para su análisis.
«Si fuera un asteroide grande, un objeto que podría causar una catástrofe global, tendría que tener varios kilómetros de diámetro. Lo bueno es que tenemos más o menos control sobre estos objetos», explicó, indicando que si uno si cambiara su órbita por un encuentro con otro cuerpo y representara un riesgo, habría capacidad de reaccionar.
El equipo de investigación del Ictea se centra en estudiar los cuerpos denominados «NEAS», aquellos que se acercan a una distancia inferior a un tercio de la distancia que separa la Tierra del Sol, utilizando técnicas para analizar la luz que reflejan del Sol y modelos de la geometría de los mismos y de la forma que tienen y caracterizan su rotación, período de rotación y dónde está su eje. También analizan de qué están hechos tomando espectros.
Actualmente estiman que hay «miles» de asteroides de más de 10 kilómetros de diámetro, «decenas» que superan los 100 kilómetros y «miles de millones» de diámetros menores. «Hay proyectos de búsqueda que están patrullando continuamente el cielo», afirmó Díez.
Capítulo aparte merecen los cometas, cuerpos similares a los asteroides, pero más peligrosos por la complejidad de su detección temprana. Estos objetos, compuestos principalmente de hielo y polvo de estrellas, se encuentran en una especie de «cáscara» que se encuentra en el borde del Sistema Solar, llamada «Nube de Oort».
El peligro radica, según el investigador del Ictea, en que estos objetos pueden salir de su zona sin previo aviso, ya sea por un impacto con otro cuerpo que cambia su órbita, o por el paso de un cuerpo que, sin impacto, podría verse afectado. puede alterar la trayectoria o porque su órbita es tan grande que puede abarcar «millones de años» y su recorrido completo aún no ha sido observado desde la Tierra.
Podría ocurrir, advirtió Díez, que «de repente» uno de estos cometas inicie una trayectoria cercana a la Tierra y deje a los patrulleros del cielo sin «tiempo de reacción». Desde que se descubre un cuerpo de estas características hasta que llega a la zona más cercana al sol -el perihelio- puede pasar un año o un año y medio, lo que da a los científicos menos capacidad de reacción y de lanzamiento de una misión para intentar desviarlo. El investigador señala que la probabilidad de que esto ocurra es pequeña, «pero existe», así como es «obvio» que el Sol sufrirá una «gran explosión» en el futuro.
Entre los elementos que orbitan alrededor del Sistema Solar se encuentran restos de «sobras» que han quedado suspendidas fuera de la Tierra de las misiones espaciales que se han emprendido desde el inicio de la carrera espacial en los años 50.
Los desechos espaciales suponen un riesgo para las propias misiones espaciales, indicó el investigador, porque pueden dañarlas. «Si estás en la Estación Espacial Internacional y te impacta un rayo a 20 kilómetros por segundo, si es un astronauta haciendo trabajos de reparación o en un paseo espacial, el resultado será fatal», advirtió.
Esta «basura espacial», que también puede dañar los satélites, no supone ningún riesgo para la Tierra, a pesar del cuestionamiento ético que implica «dejar basura en órbitas cercanas a la Tierra». El investigador explicó que se trata de objetos «muy pequeños», como trozos de cohetes o satélites, que, si impactan contra la Tierra, en su mayoría se volatilizan al entrar en la atmósfera.
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