La nictofobia: el miedo a la oscuridad que va más allá
La nictofobia es un miedo irracional a la oscuridad. Se trata de una fobia cuyo miedo principal son los lugares oscuros o con poca luz. Puede aparecer en todo tipo de contextos, conocidos o no. La persona puede sentirse ansiosa en su propia casa cuando está oscuro o en otros lugares que le resultan menos familiares.
«Lo más común es que la persona adulta que sufre nictofobia sabe que no corre peligro, estando a oscuras sólo por el hecho en sí, pero llega a sentir que no está seguro, generando expectativas y anticipaciones de que algo malo sucederá». Puede pasar”, explica en una entrevista con Europa Press Infosalus Manuel Oliva, colegiado del Colegio de Psicólogos de Madrid y psicólogo clínico del Centro de Psicología Clínica de Madrid.
Como ocurre con cualquier fobia, afirma este especialista, la persona que la padece experimenta una emoción de ansiedad intensa, condicionando su vida diaria. «Así, la persona puede no ser capaz de estar sola en un lugar oscuro, puede necesitar todas las luces encendidas, al mismo tiempo que exhibe conductas de evitación (no estar en la oscuridad, no moverse por la casa a menos que haya luces, no ir a lugares con poca iluminación, anticipan la noche como un momento de vulnerabilidad),» detalla este experto.
Con ello, Oliva señala que todas estas circunstancias pueden tener consecuencias en los hábitos de sueño y las rutinas habituales de quienes padecen nictofobia, siendo modificado significativamente.
«La persona con nictofobia puede empezar a evitar salir de casa por la noche, o acudir a lugares con poca iluminación (cine, teatro, etc.), lo que puede repercutir en las relaciones sociales», añade.
A continuación, es común que la persona con nictofobia esté en un estado de estrés constante y anticipación de posibles situaciones peligrosas relacionadas con la oscuridad, condicionando significativamente sus rutinas, hábitos y relaciones sociales e incluso afectando a otros ámbitos como el laboral. «Si es una condición mantenida en el tiempo y no tratada, la persona puede generar sentimientos de incapacidad y depresión», apunta.
Al respecto, le pregunté a esta psicóloga clínica. ¿Cómo podemos diferenciar esta fobia de un miedo normal a la oscuridad? a lo que él responde: “El miedo es una reacción normal y adaptativa que todos los humanos experimentamos cuando anticipamos un peligro real. La respuesta de miedo nos prepara para reaccionar de la mejor manera posible ante ese peligro (lucha, huida, parálisis). Esta reacción normal. es inmediato, y cuando la situación de peligro real ha pasado, desaparece sin dejar generalmente consecuencias significativas.
La nictofobia, sin embargo, afirma que se trata de una «reacción desproporcionada» ante una situación que no es peligrosa. «Es decir, el cerebro y todo el sistema nervioso responden a una situación que, objetivamente, no es peligrosa, como si realmente lo fuera».
De este modo, como continúa Oliva, la persona comienza a generar un estado de alarma innecesario que no puede controlar, así como a emitir conductas innecesarias de huida o evitación, el cual puede volverse cada vez más generalizado, por lo que tu vida comienza a condicionarse.
Con esto, Manuel Oliva, miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, afirma que hay tres tipos de síntomas:
· Fisiológico: Pueden producirse síntomas físicos intensos, como alteración del ritmo cardíaco, dificultad para respirar, sudoración, mareos, temblores, tensión muscular o pupilas dilatadas.
· Cognitivo: Hay pensamientos sobre posibles consecuencias trágicas o catastróficas (pensar que alguien puede aparecer y causar daño, que pueden ocurrir hechos extraños, tener sensaciones de que hay una presencia o se producen ruidos extraños, no saber salir o defenderse de una situación difícil, sensación de pérdida de control, entre otros).
· Comportamiento: La persona puede desarrollar conductas de escape o evitación (dormir con las luces encendidas, no estar sola en lugares oscuros, no salir de casa por la noche, por ejemplo) y cambiar todos sus hábitos y rutinas debido al estado de alerta en el que se encuentra.
“Debemos consultar a un especialista cuando los síntomas son lo suficientemente intensos como para provocar un malestar importante en la persona, y especialmente cuando el miedo empieza a condicionar la vida diaria de la persona. Es entonces cuando debemos pedir la ayuda de un especialista”, señala. agregar.
Finalmente, le pedimos a este especialista que nos explique ¿Cuáles son las posibles causas de la nictofobia? señalando que el miedo a la oscuridad es común en los niños pequeños y se considera un miedo evolutivo y adaptativo: “Es decir, el niño puede percibir algún peligro en el transcurso de la exploración del mundo y debe reaccionar espontáneamente para protegerse. «protección». Este miedo disminuye a medida que el niño se enfrenta a las situaciones y ve que no pasa nada.
En otros casos, según informa el experto del Centro de Psicología Clínica de Madrid, la aparición de pesadillas, terrores nocturnos o experiencias traumáticas puede asociarse a la oscuridad y generar reacciones fóbicas. «Un cuidado amable y normalizador puede ser suficiente para evitar que el miedo adquiera una dimensión aterradora», aconseja.
Además, sostiene que si el miedo persiste a pesar de los intentos de tranquilizarlo y se generaliza cada vez más, generando respuestas emocionales intensas y conductas de evitación, puede convertirse en nictofobia. «En todo caso, es recomendable prestar atención a qué posibles causas pueden ser la base del miedo en los niños para poder tratarlas. y evitar que se convierta en una fobia paralizante», subraya Oliva.
Además, señala que si bien puede haber una predisposición genética a sufrir estados elevados de alerta, eventos traumáticos, patrones de miedo de los padres, información transmitida visual o verbalmente (a través de películas, cuentos o historias de miedo) y contenido inapropiado para el nivel de madurez del niño. puedes contribuir claramente cuando se trata de generar miedo asociado a la oscuridad.
En los peores casos, como he admitido, puede ocurrir en el niño o adulto un evento muy estresante, que lo haga sentir vulnerable ante situaciones de descontrol o soledad, como la oscuridad.
«Los modelos con los que interactúa el niño pueden influir en la aparición de miedos. Si los padres verbalizan o expresan su miedo a la oscuridad, o si son personas que reaccionan con un estado de alerta exagerado ante situaciones de descontrol, pueden transmitirlo a sus hijos. También es responsabilidad de los padres tener cuidado. sobre los contenidos que ven tienen acceso sus hijos, así como sobre las situaciones de posible estrés o trauma que puedan atravesar», sugiere esta psicóloga clínica.
¿De qué se trata? la mejor manera de tratar esta patología Manuel Oliva destaca que la terapia psicológica cognitivo-conductual es la que ha demostrado ser más eficaz en el tratamiento de las fobias, incluida la nictofobia.
«El objetivo fundamental es ayudar a la persona a gestionar estados de ansiedad, anticipaciones catastróficas y conductas de evitación, mediante Exposición gradual y progresiva a situaciones de miedo. Es decir, debemos intentar que la persona consiga permanecer en situaciones cada vez con menor iluminación hasta que oscurezca, garantizando que no se enfrentará a un riesgo real. No se trata de convertir a la persona en alguien que no teme a nada de ninguna forma», afirma.
Por ejemplo, indica que sentarse en un lugar desconocido, a oscuras, con riesgo real de que te roben (por ejemplo), nunca es un objetivo de la terapia, entre otras cosas porque en ese caso el miedo sería totalmente adaptativo. «Los resultados de la terapia psicológica son muy buenos si hablamos de nictofobia que no se basa en un hecho extremadamente traumático y que requiere atención psicológica específica», concluye Oliva.
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