José Raúl Mulino asumió el cargo el lunes como presidente de Panamá y en su primer discurso prometió restaurar la prosperidad económica del país abordando la inflada deuda pública y frenando la migración irregular que cruza el istmo cada año.
Al inicio de mayo, el diplomático y empresario de 65 años ganó las elecciones generales, impulsado por la popularidad de su ex compañero de fórmula, el ex presidente Ricardo Martinelli, quien, a pesar de haber sido condenado por corrupción, hizo campaña por Mulino desde su asilo en la embajada de Nicaragua en la capital de Panamá.
Mulino, que gobernará hasta mediados de 2029, se ha pronunciado a favor de la libre empresa y la inversión extranjera y, en una firma del sector empresarial, nombró en mayo a casi todo su gabinete, incluido el economista Javier Martínez-Acha en la cartera de Asuntos Exteriores. . y el director de negocios y banquero Felipe Chapman en Economía y Finanzas.
«Tenemos el desafío de dejar un Panamá en crecimiento para que los que vengan después de nosotros puedan hacer un mejor trabajo que nosotros y brindar más oportunidades y más prosperidad a las generaciones futuras», dijo el actual presidente, quien minutos antes, en la recepción del círculo presidencial. Estaba conmovido hasta las lágrimas.
Sin embargo, advirtió que el camino por delante no será fácil.
«Tendremos que enfrentar duros desafíos para sacar a Panamá del fango en el que lo dejaron. El estado de las finanzas públicas es preocupante, en cinco años han duplicado la deuda (pero) con mi equipo de gobierno vamos a darle un giro a la economía y mover.» progreso», prometió.
desafío
Ministro de Gobierno y de Justicia y Seguridad Pública durante el mandato de Martinelli (2009-2014) y canciller en los años 1990, Mulino se comprometió a recuperar el robusto crecimiento de Panamá, una de las economías más dinámicas de la región, y regresar a los altos niveles de escaños. para el trabajo. creación durante el gobierno de Martinelli.
Además, de la mano de una fuerte inversión pública, se buscará rehabilitar carreteras, construir un tren hasta la frontera con Costa Rica y duplicar el salario mínimo para ubicarlo como el más alto de América Latina.
Pero para desarrollar su ambicioso plan tendrá que afrontar una serie de retos, desde la corrupción -el tema que más preocupa a los panameños, según las encuestas- y el elevado déficit fiscal -que ha ascendido al 7,4% del PIB el año pasado- hasta seducir los mercados para impedir que varias agencias de calificación retiraran el grado de inversión del país, como hizo Fitch Ratings.
Mulino también prometió frenar la migración a través del Darién, la peligrosa selva que separa Panamá de Colombia y por la que pasaron el año pasado un récord de 520.000 migrantes en su búsqueda por llegar a Estados Unidos.
«Haré un llamado a la solidaridad internacional y buscaré soluciones con los países involucrados, especialmente con Estados Unidos, que es el destino final de estos migrantes», dijo Mulino. «No permitiré que Panamá sea una vía abierta para que personas entren ilegalmente a nuestro país», añadió.
El nuevo gobierno también heredará los problemas que enfrenta el Canal de Panamá, cuyos ingresos han caído después de que se vio obligado a reducir los cruces de barcos debido a una prolongada sequía.
Mulino anunció que solicitará al Congreso una legislación que permita a la Hidrovía Interoceánica construir nuevos embalses para paliar la escasez de agua.