El mapa municipal de Galicia sigue casi intacto tras dos siglos

El mapa municipal de Galicia sigue casi intacto tras dos siglos

La falta de consenso político y el arraigo dificultan el cambio a pesar de los intentos de promover fusiones. El actual mapa administrativo de Galicia, aprobado entre 1836 y 1840 durante el reinado de Isabel II, tiene casi 200 años, sin cambios en el número de ayuntamientos, a pesar de los intentos de impulsar la reducción de municipios como forma de luchar contra la despoblación y mejorar la eficiencia en la prestación de servicios.

En declaraciones a Europa Press, el profesor del Departamento de Geografía de la USC, Alejandro Otero, recuerda que la estructura municipal de las provincias de A Coruña, Pontevedra y Ourense se remonta a 1836; mientras que el de Lugo se aprobaría cuatro años después, en 1840, al no cumplir la estructura inicialmente presentada con los requisitos exigidos.

El catedrático de Análisis Geográfico Regional de la USC y uno de los autores del estudio sobre el fomento de las fusiones presentado recientemente por la Xunta, Rubén Lois, explica que con la creación de los ayuntamientos en este nuevo mapa se pretendía eliminar «unidades parroquiales» en el contexto del levantamiento carlista en el que el poder temía que una entidad que tenía tanta conexión con la iglesia sirviera para establecer estructuras de contrapoder contra el Estado liberal.

Desde ese momento hasta ahora, apunta Alejandro Otero, «se puede decir que el mapa municipal de Galicia es casi en su totalidad estable». Así, afirma que si bien hubo cambios como fusiones, anexiones y segregaciones de ayuntamientos en estos años «fueron pequeños y afectaron principalmente a las ciudades».

Así, en el siglo XIX fueron frecuentes los entendimientos y desencuentros entre administraciones locales, fricciones que llevarían a la independencia de varias localidades para crear nuevos ayuntamientos que, en muchos casos, no se consolidarían con el tiempo.

Un caso curioso es el de O Rosal, que se independizó de A Guarda en 1847, pero cuatro años más tarde, en 1851, volvió a integrarse en el municipio original, y tres años más tarde, en 1854, quedó de nuevo segregado. Lo mismo ocurrió con Vilarmaior, que durante un breve periodo de tiempo quedó anexionado a Pontedeume.

En este siglo donde el movimiento más frecuente fue el cambio de parroquias entre ayuntamientos, sólo se produjo una fusión: Caramiñal y A Pobra de Deán. A su vez, las anexiones, más de 12, fueron numerosas.

Ya en el siglo XX, los principales cambios, señala Alejandro Otero, se producirían en torno a las grandes ciudades. Las ciudades acabaron incorporando municipios adyacentes, como es el caso de Oza en A Coruña; de Canedo en Ourense; de Serantes en Ferrol; de Enfesta y Conxo de Santiago; Lavanderías y Bouzas en Vigo; y Xeve y Ponte Sampaio en Pontevedra –la ciudad ya había anexado tres municipios vecinos en el último siglo–.

Además de las absorciones mencionadas anteriormente en las ciudades, sólo se produjeron algunas segregaciones como, entre otras, los casos de A Illa de Arousa, Mondariz-Balneario, Pontecesures y Rábade. Todos aparecen marcados por un ambiente conflictivo y turbulento entre la parroquia que se está desmantelando y el ayuntamiento matriz.

En este momento se registró la fusión de municipios como Celanova y Acevedo de Río, orensanos; o A Pontenova y Villaodrid. En este sentido, el profesor Rubén Lois explica que los casos de fusiones fueron «muy raros y excepcionales» ya que lo más habitual era «intentar asociar los ayuntamientos periféricos a las ciudades para que tuvieran más población». Este grupo que se desarrolló en la «plena urbanización» de España, especialmente en las primeras décadas del siglo XX, respondió en ocasiones a «decisiones un tanto extrañas» como el hecho de que Enfesta pasara a formar parte de Santiago de Compostela debido a la construcción del aeropuerto de Lavacolla.

«Pese a la madurez de esta estructura administrativa, el experto demuestra que se ha «adaptado» y «goza de buena valoración ciudadana», en la que «están arraigados» los ayuntamientos, como administración más cercana a los ciudadanos.

Pero esta raíz, señalan los expertos, no impide que «comiencen a notarse problemas», especialmente entre los municipios rurales más pequeños, dificultades que pueden verse «agravadas» por la despoblación y dar lugar a «administraciones muy débiles para hacer frente a la oferta de servicios»: inframunicipalismo”.

En este sentido, como señala Rubén Lois, se propone la idea de «agrupar, regionalizar, combinar o fusionar», debate que se ha impulsado en tiempos de crisis, la más reciente en 2007. «Un ayuntamiento de 5.000 es mucho más eficaz, de 8.000 o 20.000 habitantes, que uno de 1.000 o 1.500», indicó para argumentar que en este contexto la escala «supralocal» o «regional» funciona «más de lo que quiere ser reconocida».

«Lo que nos dicen es que con 50 o 60 unidades -en el conjunto de Galicia- se podría gestionar mejor», apunta, precisando que esas unidades podrían ser comarcas, concejos o áreas metropolitanas. «Hay varias opciones», una de ellas es la «fusión». «Pero hay otras alternativas, como mantener los servicios a escala regional», apunta.

De momento, el catedrático de Derecho Administrativo de la UDC, Francisco Sanz Larruga, afirma que la legislación actual contempla tanto fusiones, a las que da todas las garantías, como otras fórmulas como la colaboración interadministrativa como las áreas metropolitanas -especialmente para zonas con densidad urbana–, asociaciones o consorcios.

La falta de consenso político y social es para los expertos políticos el principal motivo por el que el mapa administrativo de Galicia no ha registrado más cambios, cambios que, salvo casos excepcionales, sólo se producen cuando se rigen «por decreto».

«Hace 200 años había que constituir un Estado liberal y moderno después de Fernando VII e Isabel II y se hizo un nuevo mapa, pero la misma Constitución de 1978 podía eliminar las provincias o eliminar los ayuntamientos y pasar a otra división y se hizo». . «Al mapa de hace 200 años a nivel local y provincial se le superpuso uno completamente nuevo, que era el de las comunidades autónomas», señala Rubén Lois.

De momento, reflexiona sobre el hecho de que las estructuras de los propios partidos políticos se mueven sobre la base de un mapa municipal y «hay muchas reticencias a cambiar el sistema organizativo» a pesar del escaso impulso que recibió el debate con la llegada de La crisis económica de 2007.

De hecho, como señala el catedrático de Derecho Administrativo de la UDC, Francisco Sanz Larruga, este debate llevaría a que la reforma de 2015 de la Ley de Régimen Local optara por fomentar las fusiones. Sin embargo, pese al impulso, afirma que «casi no lo fueron» y en Galicia se reducen a los casos de Oza-Cesuras y Cercedo-Cotobade.

“El balance fue muy débil porque hay un tema de sentimiento vecinal por su municipio, que si bien tendría más sentido unir fuerzas en esos municipios, perder un poquito de identidad es muy fuerte y eso genera un rechazo generalizado de fusiones». «Y tampoco olvidemos las razones políticas, porque perder posiciones políticas para los partidos y los políticos es muy duro, y este también es un componente muy importante», añade.

FUENTE

nuevaprensa.info

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